jueves, 12 de abril de 2012

Querido libro:

Este año en mi antiguo colegio se ha propuesto como tema del relato de la Semana Cultural: "Querido libro".
Sé que ya no soy alumna, que no puedo participar, pero  he disfrutando creando el relato que hubiese entregado si estuviese allí.


Querido libro:

Últimamente no consigo conciliar el sueño, me cuesta expresarme, he perdido las ganas de sonreír, me he convertido en una mujer solitaria, muda, triste, introvertida, ajena, miedosa y no sé en quién confiar; he considerado que ya que tú siempre estás dispuesto a hacerme reír y llorar, disfrutar y sufrir, sentir, enmudecer e impresionarme; te lo contaré.

Todo empezó cuando me enamoré por primera vez, era una adolescente en busca de esa sensación rara y bonita, necesitaba indagar acerca de esa persona, mi sed no se calmaba... Al parecerme una experiencia tan bonita decidí seguir probando; no comía, no lo necesitaba; casi no podía dormir, el ansia de más me lo impedía; sonreía con cada amanecer y puesta de sol; sentía absolutamente lo mismo que él; si lloraba, yo también lo hacía; si sentía miedo, yo estaba aterrada; si era feliz, mi sonrisa ocupaba mi rostro; si sentía dolor, el mío era aún más fuerte; si necesitaba beber, me sentía deshidratada...
El tiempo me ayudó a desprenderme de él y de su historia, me costó; pero lo conseguí, supe ser fuerte en el momento más difícil; pero mi suerte volvió a romperse: otro amor.

Esta vez era dependencia y bienestar, me sentía segura a su lado y su sabiduría me impregnaba; sí, se acabó, pero aún sigo pensando en él y en todo lo que vivimos...
Fue una relación intensa, pero fugaz; le regalé mis noches y mis días, aunque no supo apreciarlo...

Después tuve algunas relaciones, unas mejores que otras, más largas y más cortas, más excitantes y más aburridas; pero casi ninguna me dejó marcada. Entonces llegó él, claro está.
Por aquella época yo sufría un trastorno alimenticio, era anoréxica. Un duro período que conseguí superar gracias a él, siempre creí en el destino y en las señales; así que supuse que si había aparecido en mi vida era para algo, me podría ayudar a salir de ese círculo vicioso.
Me hizo reflexionar sobre mi cuerpo, estaba a punto de morir; me ayudaba a comer un poquito todos los días y lo más importante, me enseñó a quererme y a valorarme a mí misma, a decirme delante del espejo: “yo valgo mucho”. Cuando me recuperé del todo se marchó, fue una especie de salvador del que no volví a saber nada.

Finalmente volví a enamorarme, la última vez.
La recuerdo como la etapa más bonita de mi vida, fui feliz a su lado, aprendí a amar, a enseñar, a cuidar de mis hijos, a sonreír ante los males, a aparentar serenidad, a educar, a hacer de rey mago; pero, sobre todo, aprendí a comportarme ante la muerte, pues mi marido falleció y tuve que seguir sola, sacar a mis hijos adelante e intentar ser feliz.

Querido libro, ahora me siento más tranquila, por fin he sido capaz de contar la historia que tanto tiempo llevaba guardando; pero, por si no te has dado cuenta, he contado la historia que he vivido junto a ti.
Los libros me han hecho enamorarme de sus personajes; me han ayudado a sonreír con sus consejos, me han invitado a la reflexión sobre la anorexia, la muerte, la vida y el amor; me han enseñado a escribir. Por eso he querido contar la historia que me han transmitido esos millones de palabras encadenas que he leído en sus hojas, mis sentimientos hacia ellas y mi ansia de seguir sintiendo a su lado.

domingo, 8 de abril de 2012

¿Sólo amistad?

Era una noche más, una noche fría, de soledad e insomnio, lenta y de reflexión.
Empecé a analizar todo lo que habíamos vivido juntos, nuestra primera quedada, nuestro primer beso, nuestras primeras conversaciones, las llamadas...
No sé qué es lo que quiere, no sé si siente algo, no sé a qué está jugando; pero sí sé que me está haciendo mucho daño.
Duele escuchar que no quiere nada, que sólo quiere amistad; ahora, lo más gracioso es que lo dice después de haberme besado, ÉL a mí.
Sea lo que sea, yo no tengo toda la vida para estar aquí, a su lado...
Si me quiere, que sea ya; porque lo más triste es que comenzará a apreciarme cuando no me tenga.